Agustina Fagalde y Florencia Bagnardi
Palermo, ciudad de Buenos Aires
¿Cuándo fue la última vez que jugaste? La última vez que te sumergiste en un juego por puro disfrute, sin miedo al ridículo ni prejuicios a cuestas. Con mirada de niño que todo lo asombra, todo lo espera. ¿Estás pensándolo? ¿Será que el juego ya no forma parte de tu vida adulta? ¿Y por qué acostumbrarte a eso?
Preguntas de ese estilo fueron, tal vez, las que invadieron las mentes de Agustina Fagalde y Florencia Bagnardi a la hora de crear Mundo Pi: un emprendimiento que inventa juegos para llevar lo lúdico a una forma de vida cotidiana.
La charla se pone casi tan linda como la tarde de sol que nos acompaña. La terraza de Florencia – Popi para sus amigos – es el escenario perfecto para ver los últimos pisos de los edificios de Palermo. Pallets transformados en una mesa, pallets transformados en sillones, y otros pallets aún sin destino definido delatan la pasión creadora de la dueña de casa. Una pasión creadora que arrastra desde su infancia.
“Desde chiquita me gusta construir, siempre estaba armando cosas”, dice Popi luciendo su blanca sonrisa. Con total naturalidad cuenta que una vez de chica se propuso hacer una laguna en el campo. Había invitado a una amiga a pasar unos días con ella, y enseguida la puso a trabajar para aquel proyecto de niña soñadora: “Le dije a mi papá que lo iba a lograr, estuve cavando durante las semanas, y cuando terminé no era la laguna que imaginaba… pero logré mi desafío”.
Agus la mira mientras la escucha hablar. Tal vez ya conoce la anécdota que narra Popi porque son muchos los años que llevan juntas, casi toda una vida, por haber sido compañeras de colegio en el Mallinckrodt. “Donde lo improbable se hace posible”, es la definición Mundo Pi, que se hace posible gracias a las personalidades de estas socias-amigas que son tan similares como contrastantes.
Las une la creatividad, pasión encarada por cada una desde una profesión diferente. Popi como ingeniera industrial y Agustina, siendo comunicadora publicitaria. Agus se define como “muy lúdica” y es una apasionada de los juegos al punto de que le divierte ir creando nuevas reglas. “¡Yo odio los juegos de mesa”, dice Popi riéndose, y confiesa que sus amigas ya ni la invitan a jugar al TEG porque una vez ya cansada, decidió tirar todo el tablero y las fichas en plena partida.
“Quería jugar con la creatividad llevada a las personas”, reflexiona Agus al contar que después de cinco años de trabajar para una agencia de publicidad, decidió renunciar en busca de algo nuevo. Confiesa que sentía miedo de empezar algo de la nada pero sentía la necesidad de crear algo que abriera las puertas a todos.
“Mi laburo solo me atrapaba como un desafío”, dice Popi sobre la carrera empresarial que comenzó al terminar sus estudios como ingeniera. Define que el momento en que decidió renunciar a su trabajo estable como una instancia de “lucidez sin pensar mucho”, y después de unos meses de viaje, lo probablemente imposible empezó a nacer…
“Yo quería hacer juguetes”, define Popi y, con conocimiento de causa por tener seis sobrinos, agrega: “Hoy en día los juguetes para chicos son un producto plástico acabado que no da lugar a la creatividad”. El interés de las dos por sumergirse en el mundo del juego hizo que comenzaran una transición de socias a amigas con el comienzo de Mundo Pi.
La aventura comenzó en el 2014 con un camino recorrido que las llevó en diciembre a poder lanzar la marca. “A la hora de lanzarse a emprender la principal barrera es el miedo, que puede ser al fracaso o a la pérdida económica”, reflexionan sobre esos primeros pasos de proyecto propio. Reconocen que muchos pasos fueron dados por pura intuición: “El camino va apareciendo solito, siempre vamos despacio y nos vamos preguntando si queremos hacer eso que estamos haciendo”. “Nos conocemos como amigas y ahora estamos en el proceso de conocernos más como socias”, dicen y tentadas de la risa cuentan que se pelean como en cualquier relación: “¡Hasta nos hemos cortado el teléfono!”.
A través del gran ventanal de vidrio se puede ver el living de la casa de Popi. Y con más atención, se ven torres de cajitas de madera, prolijamente construidas contra la pared de la derecha. Son pedacitos de Mundo Pi, representados en los distintos juegos: el Descongelador para romper el hielo entre personas, el Rompe Rutina para jugar en pareja, el Querido Lunes para jugar con uno mismo y ponerle actitud al día más repudiado de la semana.
“¿Por qué no hacemos algo para los lunes que son un bajón?”, pensaron, y de ahí nació este juego que propone distintos desafíos para cada comienzo de semana. Por ejemplo, encontrar un motivo para brindar con alguien, o hacer algo que te gustaba hacer en la infancia.
“Obvio que el proyecto tiene que funcionar en el aspecto monetario, pero el objetivo está por otro lado”, explica Agus. Porque Mundo Pi es mucho más que una empresa que fabrica juegos para pasarla bien con amigos. Lo más importante de los juegos que venden no está ni en las cajas de madera, ni en las tarjetas coloridas. Está en lo que se genera a través de ellos: rutinas más dinámicas, lunes más alegres, menos temor al ridículo, más creatividad, y encuentros sinceros entre las personas dejando de lado los prejuicios.
“Estamos todo el tiempo limitados en nuestras expresiones”, sentencia Popi sobre un mundo adulto que ya se olvidó de jugar. Fue esa una de las motivaciones que las llevó a trabajar en lo lúdico más allá de la niñez: “Deberíamos jugar un poco más, a través del juego nos encontramos y la gente quiere encontrarse”.
Hay lugares especiales donde Agus y Popi reconocen que falta un poco más de juego. “Hoy en día los casamientos están llenos de pautas a cumplir”, dicen sobre su decisión de empezar a instalar kits lúdicos en las mesas para descontracturar un poco lo preestablecido. ¿El próximo paso? Tal vez las salas de espera: “Es el típico lugar donde no tenés señal para hacer cosas con el celular y las revistas son todas viejas”, describe Agus entre risas.
La terraza donde estamos una vez supo ser sede de un encuentro de juegos. “Organizamos una noche donde invitamos a jugar entre gente que tal vez ni se conocía”, explica Popi mirando a su alrededor como si la escena se recreara en sus ojos al narrarla. Muchas personas se acercaron solas, sabiendo que no iban a estarlo. “Me sentí de vacaciones por un rato”, les dijo uno de los invitados al despedirse.
Será que el juego entonces es irse de vacaciones a algún lugar. A un recuerdo de la infancia, a un instante sin prejuicios, a un espacio que no es otro que el puro presente disfrutado. Será que por eso las cajas de los juegos de Mundo Pi parecen valijitas de madera. Porque para disfrutar de esas vacaciones no hace falta llevar nada más que un juego, dejando que el mundo adulto se quede cargando aquellas estructuras que no tienen lugar en nuestra mirada de niño que todo lo asombra.