Alex Caniza
Dorrego y Amenábar, ciudad de Buenos Aires
Alex ya está sentado en la mesa del bar “El Nuevo Amenábar”. Por la ventana se lo ve esperándonos, mientras arregla una presentación de Powerpoint para alguno de sus proyectos.
Nos acercamos a su mesa, quiero mover su mochila para sentarme en el asiento de al lado suyo, pero no la puedo levantar. “¿Qué tiene acá adentro?”, pensé. Al tercer forcejeo me di cuenta de que estaba estratégicamente enganchada a la silla. Tanta precaución se debe a que ya ha tenido una mala experiencia cuando le robaron una computadora en la cual tenía todo el material con el que estaba escribiendo un libro…
Son las cinco de la tarde y es un día húmedo y caluroso en Buenos Aires. Es evidente que en cualquier momento se larga un chaparrón. El aire acondicionado no está muy fuerte, y Alex no tarda en hacernos reír secándose la cara con una servilleta a modo de chiste. Nos arriesgamos a innovar, y pedimos una jarra de limonada con maracuyá para refrescarnos un poco. La decoración del bar es colorida, y en las paredes se exhibe una gran cantidad de cosas: desde una bicicleta colgada, hasta botellas y objetos antiguos…
“De chico tenía una como esa”, dice Alex mientras señala una radio vieja que pasa desapercibida apoyada en el otro extremo del local. La pasión de Alex por la radio existió desde que era chiquito. Solía grabarse a sí mismo, y después le llamaba la atención escucharse con una voz diferente a la que él siempre se había oído.
Vivía en Núñez junto con sus dos hermanos mayores y sus papás. La casa de su abuela quedaba a dos cuadras del Monumental. Sin embargo no es de River, sino que Racing siempre fue el club de sus amores y recuerda con entusiasmo cómo le gustaba escuchar sus partidos por la radio.
“Estoy todo el día escuchando la radio, soy un enfermo mental”, expresa Alex con total sinceridad. Su inclinación hacia los medios de comunicación fue apareciendo en distintas oportunidades a lo largo de su vida. En el colegio no se involucraba del todo con el estudio, y repitió cuarto año no por vago, sino por desinterés. Tenía inquietudes por lo humano y por los medios, pero no podía volcarlas. En una ocasión, una profesora de historia tuvo que elegir estudiantes para que entrevistaran a Raúl Alfonsín, dos años después de su presidencia. Eligió a todos “alumnos 10”, pero también “a Caniza”, por la motivación que veía en él para ese tipo de cosas. Hoy en día, Alex recuerda aquella oportunidad como una experiencia inolvidable.
De las mangas cortas de su camisa cuadriculada se asoman dos brazos inquietos. El izquierdo está apoyado en la mesa pero con frecuencia acompaña algún gesto. La mano derecha, en cambio, se mueve incesantemente, da golpecitos en la mesa y cada tanto acaricia su cara para ayudar a recordar algún dato o palabra. Alex es el encargado de servir la limonada de la jarra, y en chiste festeja su cálculo perfecto para llenar los tres vasos por igual. Al ver que mi vaso ligó todas las semillas negras del maracuyá, Alex y Diego no tardaron en reírse de mí…
En 1992 se fue de gira de rugby a Canadá con el St. Brendan’s. Grabó todo el viaje con su filmadora, y a la vuelta editó las imágenes con su videocasetera. Sin embargo, el video estuvo lejos de ser una simple síntesis de la experiencia: Alex se puso un traje, apoyó la cámara en el living de su casa, filmó su entrada por el pasillo y condujo un programa propio para contar todas las anécdotas con la canción de Fútbol de Primera sonando de fondo.
Hoy, poco menos de veinte años más tarde, lejos de aquel traje y aquella filmación casera, Alex conduce un ciclo en Racing TV que se emite en Fox Sports+ y HD. Pero no sólo su paso por la televisión tiene su antecedente, sino que también hizo un recorrido por el mundo de la radio…
“Siempre creí que el camino era la radio”, dice Alex con total convicción. Su primera experiencia fue en 1994 cuando empezó a hacer una columna deportiva en un programa que su mamá había empezado a hacer por inquietud. Desde ese entonces, nunca paró.
Alex cobró por hacer radio.
Alex hizo radio gratis.
Alex pagó por hacer radio.
Asume que suena raro aquello llegar a pagar por trabajar, pero incluso afirma que hoy en día es capaz de hacer radio gratis, y que si lo “corren” un poco, también pagaría. “Si alguien de una radio lee esto va a decir… «¡Uh! ¡Llamalo a este!»”, dice a modo de broma.
Cuando está en frente del micrófono piensa que cada programa va a ser el mejor de su vida. Es al día de hoy que sigue sintiendo algo en la panza cada vez que se prende la luz de “AIRE”, pero asegura que es un sentimiento que no está para nada vinculado con los nervios. Para él, la luz de aire es comodidad, es oxígeno. “No sé si podría vivir sin aire… como diría Maná”, dice Alex en chiste, pero con la seriedad que acompaña una de sus mayores verdades.
Por debajo de su silla se pueden ver sus pies cruzados. Cada tanto sus zapatillas Pony color azul eléctrico hacen movimientos cortitos y rápidos a modo de tic nervioso para descargar un poco de energía. Esa misma energía que denota cierta inquietud, es la que le vieron sus coordinadores durante su viaje de egresados…
Con sus amigos del Chester, colegio al que fue después del St. Brendan’s, Alex se fue de viaje a Bariloche en quinto año. En ese entonces, los que coordinaban vieron en él mucho ánimo y creatividad para organizar distintas actividades y lo llamaron para que volviera al año siguiente para acompañar a distintos grupos. Fue así que durante ocho años coordinó viajes en Bariloche, Villa la Angostura, Cancún… “¡Como para poder estudiar!”, dice Alex riendo.
Empezó Comunicación Social en la Universidad del Salvador, pero al año y medio dejó. Pasó a hacer Periodismo en TEA, pero a mitad de año llegó la nieve y se fue a coordinar viajes nuevamente… “hacía lo que me gustaba”, comenta con tranquilidad. Finalmente se recibió de Periodista Deportivo en DEPORTEA. Alex asegura que ahí ya había madurado, porque “recién cuando tenía vacaciones, iba a la montaña”.
Le interesan mucho los deportes. En especial el Rugby, aunque asegura que siempre fue un “pésimo jugador”. No solo jugaba en el colegio, sino también en Alumni. Le gusta la dinámica del Rugby, y también el hecho de que en un equipo “te rompés el orto con el mismo objetivo, y por ahí no sabés ni cómo se llama la hermana del que está al lado”.
Camisa floreada y saco. Ese era el atuendo que se ponía Alex junto a tres amigos, cuando empezaron a organizar juegos interactivos en los terceros tiempos de Rugby, con una pantalla que ellos mismos habían comprado. Tenían 26 años, empezaron a hacerlo en Alumni, pero después el boca a boca los llevó a que los llamaran de otros clubes. Los comentarios fueron creciendo y hoy en día todavía los contratan para animar eventos, siempre incluyendo la impronta del humor.
Por otra parte, esa actividad de animación y organización tomó una forma diferente, y hoy Alex dirige una consultora de recursos humanos llamada Crux Contenidos, a través de la cual organizan juegos y disciplinas individuales y grupales para mejorar la comunicación en empresas.
“Ayer salí con Flor”, le dijo Alex a un amigo hace más de ocho años. Ese amigo, era el hermano de esa tal Flor. Y esa tal Flor, hoy es la mujer de Alex. Están casados hace cuatro años, hace más de un año son papás de Pedro, y ahora están en la espera de su segundo hijo. Como quien cita a Borges, Alex repite una frase de Locomotora Castro con la mayor de las seriedades: “Yo cada vez que me subo a un ring, lucho para tener plata para mis hijos”. Esas palabras del boxeador, Alex las aplica hoy para su vida porque asegura que trabaja para construir un “proyecto familia”.
“Tener hijos te auto obliga a hacer cosas que tal vez no te gustan tanto… como por ejemplo hacer una nota como esta…”, dice Alex haciéndonos reír. Ya pasaron un par de horas desde que empezó la charla, y por la ventana vemos que el chaparrón se largó con toda y que el agua cae fuertemente sobre Dorrego y Amenábar. Las mozas salen a toda velocidad a levantar los toldos. Alex paga las limonadas mientras yo le desabrocho la mochila que estaba atada a otra silla. Nos despedimos bajo la lluvia, y rápidamente nos metemos en los autos antes de que se pusiera peor.
No lo vi… pero apostaría la vida a que sé que es lo primero que hizo Alex al subirse a su auto: prender la radio.