Percival Denham
Instituto Oral Modelo, ciudad de Buenos Aires
Son las dos de la tarde en punto, y por la puerta del Instituto Oral Modelo sale un chico de unos cinco o seis años. Se reencuentra con su mamá quien le hace una pregunta que parece ser un: “¿cómo te fue hoy en el Colegio?”. Antes de subirse a la camioneta para irse, el chico responde cómo estuvo su día. Responde, habla, escucha… pero es sordo.
“Disculpen el desorden”, nos dice Percival Denham, Director General del Instituto Oral Modelo, cuando entramos a una sala dentro del lugar. Hay decenas de sillas azules ubicadas en distintas direcciones sin respetar ningún criterio, pero como bien agrega, es una señal de movimiento, de aprendizaje. El edificio es antiguo y luminoso con techos altos, y las ventanas en lugar de tener vidrios ordinarios exhiben vitreaux de distintos colores.
En el Instituto Oral Modelo los chicos sordos aprenden a hablar, no leyendo los labios, sino escuchando a sus maestros. En el Instituto Oral Modelo, los sordos escuchan.
“Percy”, apodo del Director, nos explica la existencia de los implantes cocleares, que son un dispositivo que se le coloca al niño a través de una cirugía, y que permiten que escuche, y que lentamente aprenda a hablar. “Es importante la detección temprana y el abordaje rápido”, agrega, y enfatiza la importancia de una estimulación previa con un audífono. Cuanto antes se realice el implante, mayores son las posibilidades del niño para poder hablar y escuchar con normalidad.
“No hay límites para lo que uno quiere hacer”, asegura Percival Denham. Para lograr las cosas, explica, es necesario trabajar muy duro, pero enseguida agrega que con eso no alcanza: “Solo no se hace nada”, sino que hay que saber rodearse de un buen equipo.
La educación que brinda el Instituto Oral Modelo se realiza a través de un trabajo transdisciplinario, ya que los chicos son atendidos por distintos tipos de profesionales que trabajan por un mismo objetivo: “integrar a los chicos lo antes posible”. Una vez que el niño maneja el habla y que ha alcanzado cierto desarrollo comunicacional, está en condiciones de pasar a un colegio normal, ya que en el Instituto cumplen con el programa propuesto por el Ministerio de Educación.
Percy habla fuerte y claro, y su voz hace eco en las paredes del salón que está ocupado solo por nosotros tres. Está reclinado contra el respaldo de la silla y sus manos, además de acompañar con movimientos sus palabras, cada tanto acomodan su corbata o los puños de su camisa blanca que se esconde debajo de su traje verde.
Para tantos logros, Percy destaca a la tecnología como un elemento indispensable. Y mientras lo dice, juega con su Ipad que está apoyado sobre su falda. “Hay que simplificar bien la tecnología para que los docentes la apropien”, y una vez que se logra eso, puedan encontrarle un uso educativo.
– “Bom, Bum, Bam”
– “Bom… Bum… Bam…”
Esos sonidos son la reproducción de una evaluación en el Instituto Oral Modelo. La maestra dice una secuencia, y el chico atentamente la repite. Si lo hace correctamente, puede meter un autito de juguete en un camioncito a través de una rampa de plástico.
El Instituto Oral Modelo busca ligar el mundo de la hipoacusia con la tecnología, y es por eso que dedican horas semanales para que los docentes se capaciten sobre nuevos temas. “El que no se capacita se tiene que ir”, dice Percy con seguridad, y además agrega que él suele aburrirse mucho de las cosas y por eso siempre está “en la búsqueda de algo nuevo”.
La tecnología se hace presente en cada rincón del Instituto. Y la expresión “rincón” no podría ser más adecuada, ya que en una esquina de cada uno de los ambientes se puede encontrar un aparato blanco y rectangular llamado “Wall Pilot”. Este dispositivo tecnológico tiene una función muy importante. Para dar clase, las maestras utilizan un micrófono con determinada frecuencia FM que los chicos pueden sintonizar en sus audífonos cuando pasan por al lado del Wall Pilot. De ese modo, las maestras no gritan y los chicos pueden escuchar adecuadamente a través de sus implantes.
“Mi implante me dice sentate”, le dijo una vez un niño a su maestra cuando en su clase todos los chicos estaban haciendo una actividad de pie. Resulta que si el niño no sintoniza de manera correcta su audífono al pasar por al lado del Wall Pilot, su oído puede estar recibiendo las instrucciones de un aula vecina, explica Percy.
Además, en el Instituto se ve el complemento educación-tecnología a través del seguimiento digital de los alumnos, la grabación en video de las clases, e incluso con la enseñanza a través de videoconferencias con maestras que no precisamente se encuentran en el edificio.
En la Biblioteca hay un colorido mueble en donde se exhibe una gran cantidad de libros y juguetes que al igual que la tecnología son muy importantes para estimular a los chicos. Mientras nos muestran un video sobre el trabajo del Instituto, entra una maestra para pedir algo. “¿Ves? Como quien se lleva un libro, se está llevando un parlante para trabajar con los chicos”, me dice Percy en voz baja mientras la profesora lo retira en una canasta.
En el mismo momento en que nosotros charlamos en la planta baja, en el primer y segundo piso hay chicos que están en clase. La segmentación en los distintos grados se realiza atendiendo su nivel de audición y su nivel cognitivo, y no precisamente por la edad. Son grupos pequeños y en algunas clases hay más de una maestra para garantizar una educación más personalizada.
“Si un cirujano de hace cien años entra a un quirófano hoy, no entendería nada. Pero si un maestro de hace cien años entra a una clase de matemática hoy, puede dar clase incluso usando el mismo pizarrón de tiza”, expresa Percy y agrega que “la educación no evolucionó como la medicina”.
Con total naturalidad plantea una gran necesidad de que la mente se abra en lo que concierne a lo educativo, y que si se da lugar a las nuevas tecnologías se pueden lograr distintos modelos que pueden llegar a resultar tan efectivos como el modelo convencional que rige desde siempre. “Tiene que haber distintas alternativas, opciones, métodos, horarios…”, dice Percy a quien le resulta absurda la estratificación por edades, y sostiene que está científicamente comprobado que el cerebro no funciona hasta las diez y media de la mañana, pero que seguimos heredando el modelo industrial en el cual la actividad comenzaba temprano cuando tocaba la campana de las fábricas.
Ya hacen diez años que Percival Denham es el Director General del Instituto Oral Modelo. “De repente paso de tener una conversación sobre las funciones del cerebro, a que venga el de mantenimiento a decirme que no funciona una válvula”, dice en tono cómico como para hacer referencia a que en su puesto sus tareas son diversas y abarcan todo lo que sucede ahí dentro.
Al fin y al cabo todo ese trabajo tiene sus frutos. Es un hecho real que los chicos sordos que reciben la educación del Instituto Oral Modelo logran integrarse a una sociedad en la que pueden desenvolverse con normalidad. Percy nos cuenta que ha recibido visitas de exalumnos profesionales y nos cuenta un caso de uno que (siendo sordo, recordemos) sabe hablar castellano, inglés, japonés e italiano, y cada uno de esos idiomas, además, en lenguaje de señas.
Cuando recorremos los pasillos del Instituto, Percy emana el entusiasmo que genera el saber que dentro de esas aulas hay chicos sordos que van a poder escuchar y hablar por el resto de su vida. A medida que vamos visitando las de niveles más avanzados, la mejoría es notoria. Entramos a las clases y vemos cómo los chicos escuchan a sus maestras y hablan, nos dicen sus nombres, y con un gran asombro miran fijo a la cámara de Diego. Alguno que otro más desenvuelto, se anima a posar para las fotos también…
“Siempre pienso que las cosas se pueden hacer mejor”, dice Percival Denham. Mientras tanto, yo pienso para mis adentros que lo que están recibiendo esos chicos adentro de cada clase es lo mejor que les puede pasar.
Página web del Instituto Oral Modelo: www.iom.edu.ar
Documental de la historia de siete chicos sordos cuya vida cambió después de haber sido sometidos al implante coclear: