“Me llama la atención que la gente no se mire”


Agustín Solá

Pacheco de Melo, ciudad de Buenos Aires

Mañana empieza la primavera pero el día no lo demuestra. El cielo está lleno de nubes que de a poco empiezan a gotear… Queríamos juntarnos en una plaza, pero la lluvia forzó un cambio de planes. Agustín Solá nos lee la mente, y nos manda un mensaje de texto: “Quieren venir a mi depto? No sé si nos va a aguantar la lluvia”… al rato, ya estamos tocando el portero de su casa.

“Cuando dije que vengan al departamento me puse a ordenar”, dice Agustín mientras prepara el mate y nos señala el sillón para que nos pongamos cómodos. De fondo, suena un CD de Iván Noble que le gusta porque “es tranquilo”.

Agustín Solá tiene 25 años y está a 6 finales de recibirse de abogado en la UCA. “La ansiedad me está matando”, agrega con una sonrisa. Pero mientras tanto, está trabajando en Tribunales en la mesa de entrada un Juzgado de Familia. En realidad a Agustín le dicen “Pato”, obviamente no por un derivado de su nombre, sino porque dice ser chueco. El apodo se lo ganó “violentamente durante la infancia”, e incluso hay un Cura amigo que le dice “dos menos diez” porque esa posición de las agujas del reloj se asemeja a la de sus piernas.

“Guarda que está caliente”, aclara Pato mientras pasa el mate. Está sentado en una silla, y tiene las piernas estiradas sobre un banquito donde apoya sus alpargatas azules. Habla tranquilo, no hace falta escucharlo mucho para sentirle la tonada…

Nació en Tucumán, pero vivió toda su infancia en Ledesma, Jujuy, donde su papá trabaja en los Ingenios hace ya 27 años. Ahí vivió con sus padres, sus dos hermanas y un hermano mayor. “Un placer”, responde sonriente cuando se le pregunta por su infancia. “Me acuerdo mucho de la libertad que teníamos cuando éramos chicos”,  agrega, y cuenta que hacía mucho deporte, que pasaban mucho tiempo en el club, y que tenían familias amigas de distintas provincias por los trabajadores del Ingenio: “Era un equipo”, describe.

Para seguir hablando, baja el volumen de la música así nos escuchamos mejor. Sus papás siguen viviendo en Ledesma, así que en el departamento donde estamos Pato vive solo junto a sus tres hermanos. “La unión más grande con mis hermanos se dio acá en Buenos Aires”, asegura y agrega que el vivir juntos “te puede convertir en muy amigo o en muy enemigo”.

Cuando estaba en sexto y séptimo grado, vivió en San Luis. “La experiencia de cambio es muy formativa, te hace crecer”, dice Pato para quien ese cambio lejos estuvo de ser algo perjudicial. De hecho, uno de los colegios a los que fue allá, fue un colegio militar donde le inculcaron “un gran amor a la Patria” y lo recuerda con una sonrisa, dice: “Si hubiera seguido en ese colegio, habría sido piloto de avión”.

Tarda varios segundos en responder qué le gusta de Buenos Aires. Justo, en ese momento suena fuerte una bocina de la calle, y su cara muestra que el ruido es parte de los disgustos… “Te voy a decir qué me parece Buenos Aires a ver si se me escapa porqué me gusta”, dice. Diego le pregunta si las chicas no son parte de aquello que le gusta de la Ciudad, y Pato enseguida pisa el palito, ya que su novia Guille es de San Pedro, Provincia de Buenos Aires.

En un principio le llamó mucho la atención la cantidad de gente y la velocidad del ritmo de vida: “Tenés que ganarle al cronómetro”, explica. Además, no tarda en nombrar a las personas que viven en la calle y dice: “Es muy triste, porque al principio a uno le choca, y después te vas acostumbrando”. “Hago el esfuerzo por no acostumbrarme”, agrega y cuenta que a veces va por la calle y cuenta cuántas personas están durmiendo en la vereda para tomar consciencia de que realmente están ahí: “A veces salgo de laburar y digo: hoy voy a caminar y mirar”.

Mientras habla, juega con la tapa del termo. La abre. La cierra. La abre. La cierra. Nunca deja de cebar el mate, y a pesar de que somos tres, a veces la charla nos distrae y no nos acordamos por dónde iba la ronda. El termo tiene pegadas figuritas: una de la Virgen, otra de una banda de folklore que se llama Los del Portezuelo, y otra con un logo colorido que dice “Buen Día”.

Buen Día.

Esas dos palabras pasaron a ser centrales en la vida de Pato Solá. En mayo de este año creó un proyecto llamado “Campaña por un Buen Día” a través de la cual busca empezar a reconocer al otro a través del saludo.  Comenzó siendo un pequeño grupo de Facebook, y hoy tiene más de 15.000 miembros. Ahí, se incita a la gente a que comience a saludar a aquellos que forman parte de su rutina, y que compartan la experiencia de empezar a ver a los prójimos que nos rodean. “Me llama la atención que la gente no se mire”, dice Pato con total simpleza.

Era un jueves de mayo. Había ido a acompañar a su novia a la casa. Eran las dos de la mañana. Estaba solo en la parada del colectivo. Adelante suyo había un chico todo tatuado. “Hola buenas noches… ¿duelen los tatuajes?”, le dijo Pato para hacer una prueba del saludo. De ese simple comentario nació una breve conversación, y esa misma noche llegó a su casa y decidió crear el grupo de Facebook. Fue ahí que nació la Campaña por un Buen Día…

“Imaginate que todo el mundo empiece a saludarse en la calle”, dice Pato, quien cree que la gente tiene ganas de hacer algo. Sostiene que su idea es simple y sencilla, y de hecho, hay gente que no solo saludó, sino que dio un paso más: hubo más de una persona que le diseñó un logo para la campaña, y después de una votación quedó el de Danila Peralta, una chica de Mendoza, que vale aclarar que Pato ni conoce.

Esos más de 15.000 miembros del grupo le demostraron que “no todo está perdido”. “Igual me opongo un poco a los números porque despersonifican la realidad”, agrega enseguida: “Te pueden decir que hay un 8% de pobreza, pero si te dicen: Juan, Martín, Pedro…”.

Del grupo de Facebook surgieron actividades como la de salir a dar abrazos por la calle. La primera salida la organizó Pancho López del Carril, y se juntaron en Santa Fe y 9 de Julio para abrazar a los peatones que pasaran por la zona. “Hay gente que lo recibe muy bien… y otros no tanto”, explica Pato, pero no por eso dejaron de hacerlo, sino que organizaron otras tantas salidas con globos, carteles y repartidas de caramelos incluidas, para endulzarle el día a muchos que comenzaron a recibir abrazos inesperados de extraños locos de alegría.

Para Pato Solá, crisis como las que está pasando hoy en día Argentina tienen dos motivos. Por un lado la falta de autoestima que tiene la gente: “Hay un pensamiento de que si hago algo no cambia, de que no sumo ni resto”, y por otro lado, porque no nos miramos entre nosotros. Hoy, él puede decir que es amigo de los pizzeros, del portero de la cuadra, del vendedor del puesto de diarios…

No se define como un idealista, sino como “un optimista bastante realista” porque está seguro de que lo que propone se puede lograr. Otros, lo definen como un “enamorado de la vida”. “Tenés que estar totalmente enamorado de lo que vas a hacer y lo que querés lograr”, asegura sin vueltas.

Mañana a las 6:30 de la mañana va a sonar el despertador de Pato Solá. Le va a costar mucho levantarse porque le encanta dormir. Pero a las 7:30 de la mañana cuando entre a Tribunales va a empezar a sonreír, porque como él bien dice: “Lo bueno de trabajar en mesa de entradas… ¡es que ganás muchos “buen día”!


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